A mi madre: comunicadora del más allá.
LA
VIEJA, CON SUS VERDES OJOS, saltones y tremebundos, me contó la historia de
Silbido Gitano. Y me contó, con su
habitual seseo, de la noche en que éste se le apareció en el asiento trasero del
auto mientras conducía hacia el hospital con dolores de parto, con mi cabeza ya
visible entre sus piernas. Me dice –y en
ocasiones se ríe con la mirada, como una niña– que aquella noche llovían ranas,
que se pasó tres luces en rojo, y que el hijo de puta de mi padre había salido
en un viaje de negocios, y que le tomó treinta años encontrar el camino de
regreso. De repente, unos ojos oscuros
se cruzaron por el espejo retrovisor, y ella, del gran susto, gritó tan fuerte
que salí disparado de su cuerpo y caí entre sus pies.
“¿Qué
quieres?”, le preguntó la vieja. “¿Quién eres?”, concluyó.
“Silbido
Gitano”, le contestó el espectro. “Y lo que quiero es muy simple: quiero el
cuerpo de su hijo.”
“Ya
veo…”, añadió la vieja, ya menos asustada. “¿Y desde cuando buscas volver?”
“Verás…”,
titubeó Silbido. “Hace unos minutos
nuestro auto se accidentó. Mi mujer y yo morimos, pero nuestro pequeño hijo
sobrevivió. Un auto a toda velocidad se nos atravesó de frente. Y me gustaría
quedarme por algún rato, bueno, por el tiempo que el cuerpo de su hijo me lo
permita, para ver crecer el mío, que lo ha perdido todo.”
La
vieja me cuenta que lo miró fijamente a los ojos, azules y atormentados. Que los harapos que vestía estaban
ensangrentados, que había nobleza en su arrugado rostro, y que finalmente
aceptó. Cuando despertó, me cuenta que un doctor joven y guapísimo me colocó
sobre su pecho. Y que éste le preguntó:
“¿Cómo
se llamará el niño?”
Y
por entre la puerta perniabierta, unos ojos le pedían con clemencia llamar su
nombre, y regalarle mi cuerpo; ya que había sido ella quien le arrancó con sus
manos el suyo.
________________________________
No comments:
Post a Comment